miércoles, 13 de abril de 2011

VILLEROS ILUSTRES,

FERNANDO ESTÉVEZ DEL SACRAMENTO, EL ESCULTOR OROTAVENSE DEL SIGLO XIX

ARTÍCULO DE: Bruno Juan Álvarez Abréu
Fernando Estévez del Sacramento fue un escultor canario, nacido en La Orotava el 3 de marzo de 1788 y fallecido el 14 de agosto de 1854. Es conocido sobre todo por haber esculpido la imagen de la Patrona de Canarias, la Virgen de la Candelaria.
Aunque sus tempranas inquietudes artísticas se vieron claramente apoyadas por su padre, Juan Antonio Estévez Sálas, platero de oficio, estudió con los frailes franciscanos del desaparecido convento de San Lorenzo de La Orotava, siendo fraile Antonio López quien descubriera la facilidad que el joven Fernando poseía para el modelado, perfeccionándola además, en la práctica del dibujo.
Es en 1806, mientras José Lujan Pérez se encontraba en el vecino Puerto de la Orotava atendiendo un encargo realizado por la familia Nieves Ravelo, cuando se produce el primer contacto entre ambos personajes. Es su orgulloso profesor, fraile Antonio López, completamente convencido de las posibilidades de su pupilo quien, solicita al definidor de la provincia de Canarias, fraile Antonio Sánchez Tapias, a quién unía una sincera amistad con el artista gran canario, que facilite el encuentro entre ambos.
Se supone que Luján apreciaría las virtudes del muchacho que en aquel momento contaba con diecisiete años de edad, ya que al año siguiente, ya se encontraba trabajando junto a él en su taller de la calle de Santa Bárbara de Las Palmas de Gran Canarias.
Aprovecha además Estévez su estancia en Las Palmas para ampliar sus conocimientos asistiendo a las clases que se impartían en la Academia de Arquitectura que años antes había fundado en esa ciudad el tinerfeño Fernando de Roo, formándose en dibujo figurativo, esencial para poder realizar la actividad que llevaría acabo durante toda su vida. Pero como siempre, hay que destacar el alto nivel de auto didactismo, común entre los artífices canarios, que se basaba en la contemplación directa de las obras atesoradas en los templos, salidas del genio creador tanto de artistas locales como foráneos.
Poseyendo ya una buena formación, y transcurridos algunos años, Estévez regresa a Tenerife, lugar en el que poco después abre su taller.

OBRA

Esta se extiende por la práctica totalidad de las islas del Archipiélago, siendo su presencia en Gran Canaria, verdaderamente anecdótica, ya que Luján había cubierto, años antes, las necesidades de este tipo en dicha isla.
Escasas son las imágenes de bulto redondo realizadas por Estévez. Resalta el "Cristo de la Sala Capitular de la catedral de La Laguna" pieza en la que el autor hace verdadera gala de sus conocimientos de anatomía y del arte de la talla. De igual manera destaca también el Cristo de La Piedad de La Orotava, conocido como "Cristo del Calvario", que pone de manifiesto el hábil manejo de la gubia sobre, todo a la hora de realizar el suave movimiento del paño de pureza.
En la Iglesia de San Roque, en Tinajo, Lanzarote, existe un "San José" que dirige su mirada al Niño Jesús que lleva de la mano y que, tradicionalmente, se ha atribuido a nuestro autor.
Sin embargo son las imágenes de vestir el grupo más numeroso dentro de su producción. La imagen de  Nuestra Señora de La Candelaria, " patrona General del Archipiélago, que talló por encargo de los Dominicos de la Villa de Candelaria tras desaparecer la primitiva imagen durante el temporal de noviembre del año 1826, ha sido una de sus obras más admiradas, propiciándole el encumbramiento, a pesar de no destacar por una alta calidad.
La Laguna ha sido uno de los núcleos tinerfeños más beneficiados por su obra. Merecen mención, "La Magdalena" que se conserva en la Catedral, el "San Plácido" de la Parroquia de San Juan Bautista y la "Inmaculada" titular de la iglesia de la Concepción. Pero en esta localidad destaca, sin lugar a dudas el grupo formado por el "Señor Preso" y "San Pedro Penitente", conocido comúnmente como "las lágrimas de San Pedro" que reciben culto, también, en la Parroquia de la Concepción, tema que repite Estévez, con mayor maestría aún, para el templo de El Salvador, de la capital palmera.
Los Dominicos de Santa Cruz de La Palma solicitaron en varias ocasiones los servicios de este escultor. Así, para ellos talló un Nazareno de marcadas reminiscencias sevillanas, una Dolorosa tallada en 1839 y la imagen de "Ntra. Sra. del Rosario". La Magdalena realizada para la iglesia de San Francisco de la misma ciudad, completa el catálogo de piezas realizadas para esta isla.
En 1829, la Orden de Predicadores, los Dominicos de la ciudad de Las Palmas le encargan la realización de un "Santo Domingo", tallando además para esta orden, la imagen de "Ntra. Sra. del Rosario", pieza que entronca claramente con una de las imágenes más controvertidas de las, en este caso, atribuidas al imaginero orotavense; la imagen de Nuestra Señora de los Remedios" de la Parroquia Matriz del Apóstol Santiago de Los Realejos. Se sabe, al consultar con los archivos parroquiales, que dicha imagen fue puesta al culto en 1817, fecha que se considera muy temprana para que esta sea catalogada como obra de Fernando Estévez, pero lo cierto es que, si bien el Niño, claramente, no pertenece al estado del autor, la Virgen muestra clarísimos rasgos propios del su estilo. Algunos autores no han dudado a calificar la pieza como "toque de gracia" de un imaginero que por aquellos años, despuntaba en el panorama artístico insular.
Utilizando lonas encoladas para realizar los ropajes, Fernando Estévez imitó magistralmente el tallado de la madera. Así queda demostrado en la "Santa Rita" realizada para los Dominicos de La Orotava y que hoy recibe culto en la Parroquia de Santa Úrsula, del municipio del mismo nombre en Tenerife. De igual maneras destacan el "San José" de la Parroquia de Ntra. Sra. de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife. Pero sin lugar a dudas su municipio natal, La Villa de La Orotava, cuenta con algunas de sus mejores obras, destacando la ya citada Piedad del Calvario de dicha ciudad o San Pedro Apóstol, una de las obras cumbre de la escultura canaria.
Otras muchas piezas se reparten por muchos templos de las islas. Mencionemos la titular de la Parroquia de la Concepción de Santa Cruz, el "San Pedro", la imagen de "Ntra. Sra. de la Candelaria", la "Santa Elena", o la "Santa Lucía" de la Concepción orotavense.
En su honor, la calle orotavense donde se sitúa su casa natal lleva el nombre de Carrera del Escultor Estévez.
Fernando Estévez, nace  en la Villa de La Orotava el tres de Marzo del año 1788, hijo legitimo de Don Juan Antonio Estévez y Dª. María Sacramento, emanó desde su infancia, precisamente en la casa solariega, donde en la actualidad está instalada la centenaria librería “Miranda” (1900), situada en la calle comercial de La Carrera. Bautizado en la iglesia del tristemente desaparecido convento de San Nicolás, que lo fue de monjas catalinas - dominicas, el día cuatro de Marzo del mismo año, fue su madrina su hermana; Dª. Ana María Estévez Sacramento. Su infancia transcurre bajo un círculo totalmente fervoroso y aristocrático, asentado en otro tristemente desaparecido monasterio, pasto de las llamas, regentado por frailes Franciscanos; en el Monasterio de San Lorenzo, que Viera le llamó “El Escorial de Canarias”. Allí entre el saber de la teología y la filosofía, dibujaba y modelaba bajo la mirada proteccionista  y pedagoga de un humilde ilustrado Fraile Antonio López. Corría el año 1804, cuando el Fraile Antonio, se entera, que el escultor gran canario Luján Pérez se encuentra en Tenerife, concretamente en La Orotava, vino a contemplar la imagen grandiosa del Señor de la Columna del sevillano Roldán en San Juan, - impresionante imagen de 175 centímetros de alto, todo digna de admiración, desde la presteza del escarolado del atuendo hasta la perfecta anatomía, en el que al desnudo sólo despierta atención y honestidad -. Le pide a Luján, el mencionado fraile, que tomase como discípulo suyo a Fernando Estévez Sacramento. Según Hernández Díaz; Luján se desplazó a La Orotava, atraído por la fama de la gran escultura Sevillana de Pedro Roldán; parece ser, que durante tres días daba vueltas, medía, comprobaba y después de absorto largo rato, empezó a gritar; ¡perfecto, perfecto¡.
Riquelme Pérez aclara, que en el siglo XIX, el escultor orotavense Fernando Estévez, discípulo de Luján Pérez y autor de la venerada imagen de Nuestra Señora de Candelaria (Tenerife) realizó también imágenes de Pasión, como el Nazareno con la Cruz a cuestas para la iglesia de Santo Domingo (Santa Cruz de la Palma) y la Piedad de la ermita El Calvario de La Orotava (Tenerife). También son obras suyas el Santo Entierro en la iglesia de Santo Domingo de La Laguna y las imágenes de vestir: el Señor del Prendimiento y San Pedro de las lágrimas en la parroquia de la Concepción de La Laguna.
Para el historiador Miguel Tarquis, el grupo de la Piedad que se encuentra en el Santuario del Calvario de La Orotava, es una de las obras más logradas de este imaginero. La figura de Cristo tiene un modelado suave y correcto, con muchos puntos de contacto con el Señor a  La Columna de Pedro de Roldán en el que quizá se inspirase el artista. La Virgen la más sentida de sus Dolorosas, es una obra realista; es una madre que sufre, es una mujer abatida por el dolor.  Estévez, después de su anchuroso adiestramiento con Luján, se establece en su casa de La Orotava, dedicándose a su misión, lleno de ilusión y esperanza en el triunfo de su arte motivado por el esplendor, y la creación de su talento. Fallecía en la Ciudad de La Laguna un cuatro de agosto de 1854, tenía sesenta y seis años de edad. En sus últimos años fue nombrado profesor de Dibujo y Modelado en la Academia de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife. Había sido Concejal del Ayuntamiento de La Orotava, y Mayordomo de la esclavitud del Cristo de la Columna. Siendo el artífice de la imagen actual de Nuestra Señora de la Candelaria, que según Hernández Peréra, por el hecho de esculpir la milagrosa Virgen Morenita, se le concedió la inmortalidad en el archipiélago canario. Participa, en general, de la técnica del Gran Canario Luján Pérez. Al principio sus obras aparecen frías y sin inspiración debido a la herencia neoclásica de su maestro. Tiene además formas realistas y barrocas. Sin embargo se le observa un temperamento artístico sereno. Se preocupa mucho del modelado y de la exactitud de la anatomía. Seguramente, cuando modelaba imágenes de la Virgen, el recuerdo de su madre acudía a su pensamiento de ahí el sentimiento maternal que la caracteriza y la dulzura reflejada en sus semblantes. Otra de sus características es el estofado que da a sus obras. Algunas tienen una expresión de dolor que impresiona. En otras sobresale su expresión grandilocuente. Las tonalidades son tan brillantes que parecen del siglo XX, predominando los azules y rojos. Talla magistralmente las cabezas, así como las manos. A las figuras de la Pasión les comunica una tristeza infinita y amoroso perdón. En sus vírgenes unió siempre la expresión del candor inmaculado con la de amor materno. En la imagen de Nuestra Señora de la Candelaria no se limitó a hacer una copia de la anterior, según datos que le proporcionaron, sino que dio a su obra el sello de la hermosura que caracterizaba su labor al representar personajes femeninos. Al niño, que tiene en sus brazos, le dio una ingenuidad y gracia conmovedora. Cautivaba y atraía la dulce melancolía y bondad que se refleja en su última obra: La Inmaculada Concepción. Sin embargo la gran obra maestra de Estévez, es para muchos “La Piedad”, expuesta en el Calvario de La Orotava, el Cristo lo inspiró del Columna de San Juan, y la Virgen de su homogénea Sanjuanera, Virgen de La Gloria, una de las más bellas dolorosas de su maestro Luján, ejecutada hacia 1806.
En el mes de Agosto del año 1954, se celebró en La Orotava, la conmemoración del primer centenario de su muerte. Los distintos actos conmemorativos del primer centenario del fallecimiento del gran escultor Estévez, revistieron extraordinaria brillantez. Al solemne funeral, al que se asoció el comercio, cerrando sus puertas, celebrado en la Parroquia de la Concepción, asistieron, además de las autoridades locales, profesores y alumnos de los colegios y representación de las distintas cofradías, gran número de fieles que llenaban las amplias naves del templo. La beca gratuita de segunda enseñanza “Fernando Estévez”, que concedió el colegio “Santo Tomás de Aquino”, fue otorgada previo examen al aventajado alumno Vicente Cabrera Trujillo. El certamen literario - biográfico entre alumnos de segunda enseñanza sobre el tema “La Orotava y sus hijos ilustres”, teniendo como figura principal la de Fernando Estévez, constituyó un señalado éxito para sus organizadores, por la cantidad y calidad de los trabajos presentados siendo premiados con mención especial los de la señorita María Jesús Pérez Delgado y Don Antonio Soriano Rodríguez. Así mismo fueron premiados los de la señorita Concepción González Aceval, María Quirina Hernández Díaz, Margarita Mesa Verde, e Ismael Mesa Hernández. Estos trabajos fueron leídos por sus autores en el acto que a las once de la mañana del día dieciséis de Agosto de 1954, se celebraron en la Sociedad “Liceo Taoro”, donde asimismo tomó parte la Agrupación de cuerda “Eslava” que tan acertadamente dirigía Don Francisco Dorta Hernández, ejecutando música selecta. Como broche final a los distintos actos que se celebraron en La Orotava, en honor del gran escultor. En el Liceo Taoro, en su salón de acto, se efectuó un gran acto de homenaje, presidido por las autoridades locales, directores de Colegios, así como directivos de la mencionada sociedad. Abrió el acto el Bibliotecario Municipal y escritor Don Benjamín Áfonso Padrón, resaltando la fecha que se conmemoraba, extendiéndose en distintos detalles de la vida del gran imaginero orotavense que tan bellas obras de arte legara a la Orotava. Destacó el noble gesto del Ayuntamiento de La Orotava con los distintos actos que se realizaron, diciendo: que era precisó volver a las viejas costumbres, a las normas del sentimiento que vienen del seno de la Eternidad. El tributo a la memoria de los hombres ilustres es un deber sagrado para los pueblos, a fin de que no perezcan víctimas de la carcoma de su propia ingratitud.
En Santa Cruz de La Palma las esculturas del Señor del Perdón y la del Apóstol San Pedro ambas neoclásicas del siglo XIX, Estévez se encargaron de confeccionar caras y manos, que luego fueron aplicadas a las antiguas esculturas. Hay un fragmento que me llama la atención, donde dice que cuenta la tradición que “estando el maestro Estévez en su taller contemplando su obra y dando los últimos toques de gubia al Cristo, se sintió desfallecer, y una vez recobrado de su indisposición manifestó que había oído una voz en su interior que le había dicho: ¿Dónde me ha visto que tan bien me has igualado...?”. En la procesión del Santo Encuentro venerado en el Santo Domingo Palmero, la imagen del Nazareno es obra de Estévez, que sigue la tradición de los Nazarenos canarios, cargando la cruz al lado derecho (en Andalucía es más frecuente hacerlo al izquierdo). Sebastián Delgado Campos ha dicho de esta imagen, que el escultor consigue materializar toda la serenidad de su temperamento clasicista, huyendo de toda tensión dramática. También es de Estévez, en esta procesión la imagen de la Dolorosa, conocida por “La Magna”, muy próxima a las maneras de Luján Pérez su maestro, es de una esbeltez y elegancia inusual. Estas imágenes pertenecen a la tercera época de Estévez. También en Santa Cruz de la Palma, existe una María Magdalena, neoclásica del mismo Fernando Estévez que se aproxima a Luján en su gesto y en su expresión.                                                                        
Don Jesús Hernández Peréra, dijo que debíamos estar muy agradecidos al malogrado investigador Don Sebastián Padrón Acosta, ya que a él se le debe el que se conociera la fecha de la muerte del escultor Estévez, así como su primera biografía. Que poco se conocía de su vida, hablaba que sus iniciadores debieron ser su padre, que fue platero y el que sin duda alguna debiera conocer dibujo, así como Fraile Antonio López, del que aprendió a realizar algunas cabezas y manos. Asimismo aprendería del pintor Cristóbal Áfonso, padre del latinista Graciliano Áfonso. En el año 1805 hizo su segundo viaje a la Orotava el que después sería su maestro, el gran escultor canario Luján Pérez, quien reconociendo la valía de Estévez, lo llevó a su estudio de Las Palmas, donde permaneció junto a él un poco de tiempo. En estos años asiste a la Academia de dibujo que años antes había dirigido en aquella ciudad el gran arquitecto, autor de planos para terminar la Iglesia de la Concepción de esta Villa, don Diego Nicolás Eduardo. Luego hace un recorrido por algunas de sus obras más representativas, haciendo un breve estudio de todas ellas. Refiriéndose al arte de Estévez, decía que lo consideraba difícil, ya que en aquella época le faltaba el ambiente necesario para llegar a ser un gran escultor, logrando al lado de su maestro Luján Pérez, no solamente muchas veces igualitario, sino lo que es más superado en alguna ocasión. Entre su copiosa obra destacan; el San Pedro Penitente que se venera en la Concepción de la Laguna y el San Pedro Predicador que recibe culto en la Parroquia de la Concepción de esta Villa norteña. Decía del primero que tenía un dolor extracto que impresionaba. Del segundo, subyugaba su expresión grandilocuente. Hernández Peréra, expresaba de Estévez, que aparte de las condiciones sobresalientes que tenía para la escultura, , también fue conferenciante, y con motivo de una sesión pública celebrada en 1853 en la Academia santacrucera de la que era profesor, hizo un canto a los artistas canarios que le precedieron: “Oh, si me fuese dable el entrar en la ciudad de Roma, en aquella gran capital del Universo, subir al Capitolio y abrir aquel libro eterno de oro donde se inmortalizan los hombres célebres de todos los siglos y de todas las naciones. Allí inscribiría también los nombres de Don Diego Eduardo, de Don José Rodríguez de la Oliva, de Don José Luján Pérez, de Don Juan de Miranda, y de otros de cuyas obras nos ha quedado mucho que admirar y muchos preceptos que seguir”. Don Jesús Hernández Peréra, terminaba diciendo, parodiando a Estévez, diría: Séame permitido volar a la ciudad Eterna, abrir el libro que invocó el gran escultor tinerfeño y agregar a su lista en letras de oro el nombre de Fernando Estévez, porque Estévez a quien la providencia situó en la feliz coyuntura de devolvernos la imagen amadísima de Nuestra Señora de Candelaria que se llevó al fondo del mar el funesto aluvión de 1826.
El catorce de Agosto del año 1954, se celebró el centenario de la muerte de Estévez, en su segunda ciudad lagunera, acto que se desarrolló con un funeral en la parroquia de la Concepción. Un coro cantó la misa, a tres voces, de Perossi. El acto fue presidido por el alcalde, autoridades locales y la Sra. Dª. Agustina Beltrán, ultima descendiente de la familia de Estévez. A raíz de celebrarse el Tratado de Paz de Versalles, en el año 1918, que puso fin a la primera guerra mundial, el cronista oficial de la Orotava de “La Prensa”, periódico tinerfeño reemplazado por “El Día”, Don Francisco Miranda Perdigón, que tan excelentes servicios prestó a la Orotava con sus profusas y bien orientadas crónicas e informaciones, propuso en una de esas crónicas, que la plaza conocida por la plaza del Calvario por formar parte principalísimo de la misma la ermita o santuario de ese nombre, se denominara en lo sucesivo de “La Paz”, en recuerdo de aquel trascendental acontecimiento. Don Juan Cullen y Machado, a la sazón Alcalde constitucional de La Orotava, acogiendo con beneplácito la idea, la llevó al consejo municipal que aprobó la feliz iniciativa. Desde entonces dicha plaza llevaba el simbólico nombre de “La Paz”. Parece ser que a esta aludida plaza se le cambió el nombre de “La Paz” por el de “Fernando Estévez” como homenaje al notable imaginero orotavense en el año 1955. La prensa del entonces, decía: que se estaba de acuerdo con que se otorgara al ilustre artista todos los homenajes a que es acreedor. Pero preguntaba: ¿Por qué se escogió para ello la plaza de la Paz, y no se tuvo en cuenta la calle en que naciera el gran imaginero, la importante y céntrica de la “Carrera”, sin otra mayor significación que la antigüedad de este nombre? La circunstancia de custodiarse y venerarse en la mencionada ermita del Calvario, el Sagrado Grupo de “La Piedad”, elogiosa talla del recordado Estévez, no es razón concluyente que se aconsejara esa medida. Tampoco porque pueda servir la expresada plaza, para levantar en ella el proyectado monumento en honor del celebre artista, no solamente por la proporción que había que alcanzar el monumento, en relación con la amplitud de la Plaza, sino muy especialmente por la imposibilidad que existe de esculpirse el busto de aquel. Requisito imprescindible en esta clase de obras, dado que de Don Fernando Estévez no se conservaba ninguna fotografía. Por lo que el ya consagrado escultor, hijo también de esta Villa Don Jesús María Perdigón, entonces encargado de la ejecución  del monumento, abrigaba el propósito de que tenga carácter alegórico, factible de ser adosado a un lugar apropiado y visible, cual es el costado Sur de la Plaza del Ayuntamiento. Sin embargo, cabría la posibilidad de encontrase lugares públicos en condiciones magnificas que se ofrecían para el monumento ideado por el Señor Perdigón, entre los que se encontraban; la glorieta que en su día quedará en el ensanche Este de la población, confinante con la avenida de José Antonio, el pasaje “X” y la carretera de la Sidrona, pues no había que olvidar que en Madrid y en Sevilla, sobre todo la bella capital andaluza, destinaron esta clase de parajes a honrar la memoria de sus artistas predilectos. En la época de la alcaldía de Don Juan Antonio Jiménez González, se proyectó realizar un monumento al imaginero Fernando Estévez. Se acordó, a instancia de la comisión del Patrimonio Histórico - Artístico de la Orotava, estudiar la posible creación de un monumento que habrá de honrar la memoria del gran imaginero de esta Villa. Fernando Estévez, sobre cuyo monumento ya la Corporación Municipal de La Orotava se había pronunciado, al aprobar el programa de actuación cultural, en el que está previsto dicho monumento. Estos papeles descansan en unos archivos, parece ser, que son anónimos, a la espera que la Corporación actual, ya democrática, realice el visto bueno, por el bien de la cultura creadora de nuestra villa.
La Corporación precedente de la década de los cincuenta, presidida por el recordado Alcalde Sr. Don Juan Guardia Doñate confeccionó un amplio plan de reconstrucciones, para el casco de la población y sus barrios. Se solicitó por parte del entonces ilustre concejal Don José Estévez Méndez, el erigir un monumento en la plaza de la Constitución al autor de tantas obras importantes que enriquecen el tesoro de la imaginería de las islas Don Fernando Estévez. Megalito que tampoco se llevó a cabo, por lo tanto es obligación de insistir a nuestra Corporación, que reabra estos interesantes proyectos, y que se declaren definitivamente audaz, porqué los orotavenses están rotundamente en deuda, con su escultor, con el escultor más grande de nuestra villa, que nos legó un arte de un incalculable valor histórico. 
De Diciembre del año 1988, a enero del 1989, se celebró en la iglesia orotavense de San Agustín, perteneciente al antiguo Monasterio de Gracia, una exposición Antológica del cronográfico escultor, por motivo del Bicentenario del nacimiento. La conmemoración del II centenario del nacimiento del escultor orotavense Fernando Estévez Sacramento, no podía cerrarse sin una exposición pública de su obra más representativa, orientada a lograr un acercamiento eficaz al arte de este excelente imaginero nuestro que llenaba con su producción buena parte del panorama escultórico de la primera mitad del siglo XIX canario. Así lo entendía la Real Academia Canaria de Bellas Artes de San Miguel Arcángel, de la que Estévez fue miembro de número y profesor, pues fue notorio que su personalidad, bastante más rica y sugestivamente humana que lo que haría pensar su condición de entallador, no fue bien conocida, ni estudiada y valorada en la medida que le correspondía, ni se le reconoce el puesto que en justicia debiera ocupar en el ámbito de la escultura española de la centuria precedente. La iniciativa de la Real Academia encontró inmediata y cálida aceptación por parte del Obispado de Tenerife como de la Vice - consejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, al igual que por los Ayuntamientos de La Orotava y de La Laguna, donde, respectivamente, nació y murió el artista. La muestra que, por primera vez, se exhibía del maestro orotavense, reunía la casi totalidad de su obra conocida. Entre las más importantes citaremos: Inmaculada de la Concepción (Ig. La Concepción - La Laguna). San Placido (San Juan - La Laguna). Cristo de las Salas Capitulares (S.I.C. - La Laguna). Jesús Preso (La Concepción - La  Laguna). La Magdalena Arrodillada (La Concepción- La Laguna). San Juan Degollado (Arafo). Virgen de los Dolores (Fasnia). La Soledad (La Concepción - Los Realejos). San Pedro en su Arrepentimiento (Peña de Francia- Puerto de la Cruz). La Magdalena (S.I.C. La Laguna). Purísima Concepción (S/C. de Tenerife). Virgen del Carmen (S/C. de La Palma). Cristo y San Pedro (Salvador-S/C. de la Palma). Manifestador del Baldaquín (La Concepción- Orotava). San Pedro (La Concepción - Orotava). La Piedad (Calvario - Orotava). Los Santos Patronos (S. Isidro- Orotava). Nuestra Señora del Rosario (La Perdoma- Orotava).....etc... No se incluyeron diversas piezas que, aunque se le venían atribuyendo por algunos investigadores, no se encontraban documentadas, ni respondían a las características de la gubia de Estévez. Tampoco figuró, por motivos devocionales, alguna imagen de especial veneración del pueblo isleño, como fue el caso de la de Nuestra Señora de Candelaria, Patrona del Archipiélago, que presidía la Basílica de su nombre, en el Sur de Tenerife. La buena disposición de los señores párrocos y rectores de las iglesias y la compresión de las comunidades de fieles de los lugares donde recibían culto las imágenes elegidas, hicieron posible la celebración de la exposición de arte escultórico sagrado, que las entidades organizadoras quisieron hacer patente y agradecerles. El bicentenario de Fernando Estévez, se celebró con diversos actos, algunos de ellos de especial significación histórica y cultural, y culminó de forma relevante, con la muestra antológica, que aspiró a cumplir el doble propósito de acercar a la mirada del pueblo de La Orotava, las expresiones más notables de uno de los artistas tinerfeño menos conocido con rigor, y, al propio tiempo, poner al alcance de los estudiosos del arte canario tan importante testimonios de la producción dispersa y no muy abundante de Estévez, lo que, sin duda, produjo nuevos trabajos que iban a contribuir y a perfilar, con más claridad y rotundidad que merecía, la personalidad artística.

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